Es la huella del cordón umbilical, un tejido que nos asegura como un cinturón de seguridad al vientre de nuestra respectiva Doña Ana, y que se va pudriendo lentamente hasta zafarse cinco días después de haber aterrizado al mundo, para pasar a las canecas rojas de “Peligros biológicos” y dejar en el cuerpo de cada ser humano una estrellita de mar.
Cuando uno se rasca el ombligo los esfínteres se dilatan y se siente la falsa alarma del “chuzito” en la vejiga que anuncia una meada inminente. (No recomendado para aquellos que sufren de incotinencia). Este proceso no está comprobado científicamente, pero a partir de mi ardua investigación umbilical para escribir esta historia, puedo asegurar que funciona y es efectivo si se rasca el tiempo correcto.
Un poquito de historia:
Los ombligos cantan y albergan piedras preciosas en su interior; Levi’s los mostraba coreando “I’m coming out” de Diane Ross para hacerle publicidad a su línea de jeans descaderados y en Mirna, Rusia sacan diamantes de “El ombligo del mundo”, una mina de 525 metros de profundidad. Existen también los piercings, otros tipos de piedras, pero no preciosas, fabricadas para adornar los ombligos de las jovencitas que caminan por las calles de la ciudad con camisas cortas que cubren sólo sus téticas y que parecen que se las hubiera prestado el hermanito de 5 años.
Son las llamadas “ombligueras” cuyo único objetivo es mostrar el ombligo, para poner a los hombres a pensar, a imaginar, a…
Es pues sexy y maternal, pero inspira tantos deseos que se ha convertido en un fetiche, como en el caso de William Hays. Un senador gringo encargado de “limpiar las películas”, editar escenas que él considerara impuras o vulgares, bajo el Código de Producción. Se vetó en todas las producciones de Hollywood danzas provocativas, uso de drogas en pantalla, escenas violentas o de acción y por último a nuestro protagonista: el ombligo. Lo curioso fue lo que se halló el día de su muerte (mismo día de mi cumpleaños): ¡OMBLIGOS!
En el sótano de su casa cientos de afiches decoraban las paredes del basement de este distinguido político; ombligos botones, horizontales y alargados, cerraditos y profundos, peludos, tersos y bronceados. Una colección de umbilicus, los mismos que había prohibido en el cine, pero que paralela e ilegalmente coleccionaba para su divertimento y… ¿masturbación? Las raíces de esta fijación se habían revelado años antes cuando Jessie Herron, ex esposa de William Hays, reveló que su marido demócrata confundía el ombligo con la vagina… Don William juraba que los dos rotos eran lo mismo.
Conclusión:
Nadie se toca el ombligo, es una parte del cuerpo desapercibida, olvidada, menospreciada, la gente se toca el pelo, los ojos, de vez en cuando la nalga para rascarse, pero absolutamente nunca se toca el ombligo, así que después del anterior tratado en el que hablé de pervertidos, madres y minas de diamantes, espero que la humanidad considere a su ombligo y lo acaricie (así sea sólo para orinar), lo quiera, pues qué feo sería una barriga redonda y completamente lisa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario