La siguiente historia tiene nombres ficticios para garantizar al seguridad de su autos.
La tienda de por mi casa es la de doña Perla, una viejita, regañona, que ante su desparche montó una tienda para tener algo qué hacer en sus últimos años, además de joder.
La tienda primero era al frente de mi casa, buenas noticias para nosotros, pues podíamos salir en pijama y sin bañarnos a comprar la leche y el quesito que parecen ser insuficientes por más que se compre.
Claro que esto no es garantía de nada, tener una tienda al lado genera la idea de solucionar la mayoría de los problemas gastronómicos y de alimentación que se pueden tener en una casa, pero en nuestro caso, la tienda de doña Perla no es la solución.
Doña Perla suele olvidarse de los pedidos, no tener devuelta de 5.000 cuando se compró 4.500 en leche y quesito, o sugerir productos distintísimos a los pedidos cuando no hay. Por ejemplo:
-Doña Perla ¿tienen leche?
-No.
Pero hay tampico.
-Doña Perla ¿me da una cervecita?
-Ay no hay, ¿porqué no se lleva una malta?
Esa es nuestra doña Perla.
La tienda primero era al frente de mi casa, buenas noticias para nosotros, pues podíamos salir en pijama y sin bañarnos a comprar la leche y el quesito que parecen ser insuficientes por más que se compre.
Claro que esto no es garantía de nada, tener una tienda al lado genera la idea de solucionar la mayoría de los problemas gastronómicos y de alimentación que se pueden tener en una casa, pero en nuestro caso, la tienda de doña Perla no es la solución.
Doña Perla suele olvidarse de los pedidos, no tener devuelta de 5.000 cuando se compró 4.500 en leche y quesito, o sugerir productos distintísimos a los pedidos cuando no hay. Por ejemplo:
-Doña Perla ¿tienen leche?
-No.
Pero hay tampico.
-Doña Perla ¿me da una cervecita?
-Ay no hay, ¿porqué no se lleva una malta?
Esa es nuestra doña Perla.
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